Hace tiempo que dejé de usar Windows, la última experiencia fue Windows 7, que es un buen SO, probablemente el mejor que ha hecho Microsoft.
Había usado Windows desde que salió el 98, que fue cuando tuve mi primer ordenador, así que estaba acostumbrado a que Microsoft se apodere de mi disco duro y lo utilice a sus anchas para guardar nosequécosas aunque a mí no me sirvan para nada. También estaba acostumbrado a que el rendimiento de mi ordenador fuese bajando según pasan los meses, a que el sistema no se pueda utilizar hasta pasados unos minutos desde el encendido, y en fin, a todas esas cosas que los usuarios de Windows tienen como normales.
Lo que hizo que me decidiera a pasarme a Linux fue otra cosa: las actualizaciones de software.
Un gran porcentaje de las sesiones de Windows no acababan al pulsar el botón y apagar el ordenador. Normalmente el ordenador se apagaba y fin de la historia, pero un número demasiado elevado de veces el ordenador permanecía encendido instalando decenas de actualizaciones durante un largo rato. Señores de Microsoft, yo uso una regleta con interruptor, y me gusta dejarlo todo apagado cuando me levanto a hacer la cena, o cuando me voy de casa, o cuando a mi me da la gana, ¡leches!
Si eso me gustaba poco, menos me gustaba encender el ordenador y que se pasase varios minutos configurando las actualizaciones antes de mostrar el escritorio.
Si eso me gusta poco, imagine usted cómo se me quedó la cara una vez que dejé el trabajo abierto, me fui a tomar un café, y cuando regresé el ordenador se había actualizado sin que yo hubiera tenido que aceptar nada, se había reiniciado sin que yo hubiera tenido que aceptar nada, y estaba ocupado configurando las actualizaciones. Tuve que esperar que terminase para ver si el trabajo que tenía abierto se había guardado antes de reiniciarse.
Por no hablar de las veces que había dejado el ordenador encendido por la noche descargando algún archivo y me lo encontré por la mañana en la pantalla de inicio de sesión, con el archivo sin descargar pero eso sí, con las últimas actualizaciones instaladas.
Señores de Microsoft, el ordenador es mío, no de ustedes.
Hoy he comprado un nuevo ordenador portátil. No he encontrado ninguno que se vendiera sin sistema operativo preinstalado, así que este es el primer texto que escribo utilizando Windows 8. Si de Windows 7 me gustaba la usabilidad, de este truño de sistema no me gusta nada. Después de un rato largo, todavía no se cómo ni dónde encontrar las aplicaciones instaladas. Supongo que se hará usando el buscador.
Tampoco tengo claro qué gesto hago en el trackpad que me saca de donde quiera que esté a la pantalla de inicio, pero no dejo de repetirlo.
Aaaaaagh, continúo tras unos minutos de parón. Se que no va a ser creíble pero el sistema se acaba de reiniciar, tras aceptar una notificación que me avisaba de que se iban a instalar las actualizaciones y que durante el proceso se me podía pedir que reiniciase varias veces. Al aceptar se ha reiniciado al instante. Menos mal que blogger guarda el texto cada pocos segundos.
Total, que este SO es una porquería. Pensaba usarlo unos días para hacerme un poco a él, pero no se si voy a tener tanta paciencia.